15 nov 2010

SISMOLOGÍA Y VIBRACIONES

Fondo del Océano Índico, diciembre de 2004
Una gran cantidad de energía se está acumulando en la frontera entre dos placas tectónicas. De repente, el día 26, unos 1.500 kilómetros de esta zona se desplazan diez metros y levantan otros varios provocando un enorme terremoto en el norte de Sumatra de magnitud superior a 9 en la escala de Richter. La energía liberada equivale a casi 500 megatones de TNT o, lo que es lo mismo, a 30.000 bombas atómicas como la lanzada sobre la ciudad japonesa de Hiroshima al final de la Segunda Guerra Mundial. El desplazamiento de las placas tectónicas produce un tsunami, o sea, una serie de olas en el mar de varios centímetros de altura, no llegan al medio metro, que se desplazan a más de 500 km/h. Al acercarse a la costa, pierden velocidad, pero aumentan de tamaño. Arrasan con todo lo que encuentran y matan a decenas de miles de personas.


Superficie del Sol, 9 de julio de 1996
Una enorme cantidad de energía se está acumulando alrededor de un grupo de manchas solares. Los campos magnéticos allí concentrados se entrecruzan y reconectan provocando una liberación energética que calienta el plasma a varios millones de grados centígrados. La explosión produce una onda de choque que impacta en la superficie solar generando en ella una serie de ondas equivalentes a las olas del tsunami de Sumatra. Sin embargo, en el caso solar las dimensiones son colosales, pues las ondas alcanzan más de 3 km de altura, se desplazan a unos 200.000 km/h por hora y la energía radiada es unas 2.000 veces superior a la del terremoto de Sumatra. En la Tierra, un evento similar podría partir el planeta en dos mitades. En el Sol, no representa más que una pequeña fracción de la energía que libera la estrella normalmente.


Los dos eventos comentados reciben el nombre genérico de sismos, más conocidos como terremotos en el caso terrestre y "heliomotos" en el solar. Ambos son manifestaciones a distinta escala de la propiedad física por la cual un cuerpo al que se le inyecta energía tiende a radiarla en forma de ondas o, dicho de otra forma, a vibrar al ser perturbado su estado de reposo. El cuerpo puede ser, entre muchos otros, un estanque de agua, un órgano de iglesia, un volcán, un planeta o hasta una estrella; y la perturbación una piedra que golpea el agua, el aire o el gas a presión, el movimiento de las placas tectónicas o el plasma estelar burbujeando a varios miles de grados centígrados.

Sorprende que fenómenos tan distintos como una melodía tocada en un órgano, un terremoto volcánico o las vibraciones globales que afectan a una estrella como el Sol tengan una explicación física análoga, pero a fin de cuentas en el Universo todos los cuerpos obedecen a una leyes físicas "globalizadas" y deben comportarse de forma similar, aunque la escala no sea la misma.
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Ejemplos de cuerpos donde aplicar esta "nueva" sismología son el suelo, los volcanes y las estrellas. La señal de un sismógrafo nunca es plana, aunque no registre terremotos. Ello significa que el suelo está vibrando, es decir, que se le está inyectando energía por alguna parte. Efectivamente, el viento, la actividad humana (el tráfico, las obras, etcétera), el oleaje del mar, las condiciones meteorológicas… son factores que perturban continuamente el estado de reposo de un lugar, haciendo vibrar particularmente las capas más superficiales: los suelos. El modo en que estos vibran depende de propiedades como su grosor y composición, de ahí que podamos estudiarlos a partir de sus vibraciones.
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En definitiva, casi todos los cuerpos vibran al ser perturbados. La vibración depende de sus propiedades intrínsecas y de las fuentes que los perturban. Aprender a escuchar, ver o sentir esas vibraciones, en muchos casos melodías, es el objeto de la sismología: una ciencia que estudia desde las estrellas más lejanas, al suelo desde donde las contemplamos.

Fuente de información: Antonio M. Eff-Darwich Peña

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