20 dic 2010

REFLEXIONES SOBRE LA CIUDAD CAMBIANTE

Cuando se inserta una obra en el territorio, muchas veces no se respetan las redes invisibles de conexión y relación al interior de ellas, sea esa una pieza urbana, un barrio, un lugar, el espacio comunitario, la ciudad... en realidad se corta con una tijera gigante años de relaciones y sobre todo, usos y costumbres que no se pueden ver; con los años la herida sana, pero quedan las cicatrices, la ciudad está llena de cicatrices...

En este aspecto la memoria colectiva de los ciudadanos juega un papel importante en la fractura producida, idealizando los lugares en una suerte de utopía que juzgará consecuentemente los bruscos cambios no producidos por el simple paso del tiempo.
Como organismo en constante evolución la ciudad en sus diferentes escalas no se libra de las cicatrices, de mayor o menor tamaño, profundas o superficiales. Algunas de éstas son hermosas, otras sin embargo perviven como el recuerdo de algo que una vez existió. La cicatriz, al fin y al cabo, no está muerta, con el paso del tiempo será asimilada por los propios habitantes de la ciudad. Lo verdaderamente importante será que persista durante su vida en forma de eutopía, estableciendo la correcta relación entre pasado y futuro, memoria y evolución.

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